EL REGALO DEL CONEJITO POBRE
Hubo una vez en un lugar una época de muchísima sequía y hambre para los animales. Un conejito muy pobre caminaba triste por el campo cuando se le apareció un mago que le entregó un saco con varias ramitas.“Son mágicas, y serán aún más mágicas si sabes usarlas” El conejito se moría de hambre, pero decidió no morder las ramitas pensando en darles buen uso. Al volver a casa, encontró una ovejita muy viejita y pobre que casi no podía caminar.“Dame algo, por favor”, le dijo. El conejito no tenía nada salvo las ramitas, pero como eran mágicas se resistía a dárselas. Sin embargó, recordó como sus padres le enseñaron desde pequeño a compartirlo todo, así que sacó una ramita del saco y se la dió a la oveja. Al instante, la rama brilló con mil colores, mostrando su magia. El conejito siguió contrariado y contento a la vez, pensando que había dejado escapar una ramita mágica, pero que la ovejita la necesitaba más que él. Lo mismo le ocurrió con un pato ciego y un gallo cojo, de forma que al llegar a su casa sólo le quedaba una de las ramitas. Al llegar a casa, contó la historia y su encuentro con el mago a sus papás, que se mostraron muy orgullosos por su comportamiento. Y cuando iba a sacar la ramita, llegó su hermanito pequeño, llorando por el hambre, y también se la dió a él. En ese momento apareció el mago con gran estruendo, y preguntó al conejito ¿Dónde están las ramitas mágicas que te entregué? ¿qué es lo que has hecho con ellas? El conejito se asustó y comenzó a excusarse, pero el mago le cortó diciendo ¿No te dije que si las usabas bien serían más mágicas?. ¡Pues sal fuera y mira lo que has hecho! Y el conejito salió temblando de su casa para descubrir que a partir de sus ramitas, ¡¡todos los campos de alrededor se habían convertido en una maravillosa granja llena de agua y comida para todos los animales!! Pedro Pablo Sacristán |
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LA GRANJA FELIZ
![]() La vida en las granjas está rodeada de naturaleza, frutos de la tierra y animales. Pero no es una vida fácil, hay mucho que trabajar. Los granjeros deben levantarse al alba y trabajar muy duro para cuidar de los sembradíos y de los animales. Es una rutina de toda granja, el ordeñar las vacas, recoger los huevos y alimentar a los animales. Pero una tarea menos agradable es la de faenar a los animales que se crían para el consumo. Esto puede resultarnos un tanto atemorizante y no es para menos. Es una tarea muy triste la de ser el verdugo de los animales que has criado desde pequeños y no tiene por qué ser así. Pues resulta que nuestra historia trata de una granja diferente, una granja vegetariana. ¿No saben qué es eso? Pues les voy a explicar. Esta era una granja en la cual se criaban animales para obtener de ellos su leche y huevos, nada más. Y no era como uno de esos enormes criaderos, donde las gallinas viven aplastadas unas sobre otras en jaulones apestosos. Tampoco como esos tambos donde las vacas están encerradas en un nicho del que no se pueden mover, mientras los terneros braman desesperados porque no pueden acercárseles y las mantienen todo el día produciendo leche. En nuestra granja, los animales paseaban libres por los jardines y prados, podían comer cuando lo necesitaban y encontraban el agua en pequeños piletones que se habían dispuesto para ellos. Por las noches o cuando hacía mucho frío, se refugiaban en graneros enormes bien aseados y confortables. Los granjeros ni siquiera tenían que conducirlos, pues ellos conocían la rutina y lo hacían solitos. Los animales vivían felices en aquella granja donde eran tratados con cariño y respeto y sabían que no corrían riesgo de que se los comieran, pues los granjeros eran vegetarianos. Tan hermosa era esta granja, que los vecinos comenzaron a imitar su ejemplo y pronto se formó una comunidad de granjas vegetarianas. Los granjeros colaboraban entre sí para la producción de los alimentos y comenzaron a prosperar y vender sus productos en los mercados. Esto atrajo a algunos curiosos que pidieron visitar la granja y quedaron tan encantados, que se lo comentaron a otros y así se corrió el rumor por todo el país. Las granjas debieron crear alojamientos para los visitantes y en poco tiempo, se habían convertido en uno de los sitios más interesantes para quienes buscan descansar en un lugar natural y respetuoso de la ecología. Lo que comenzó como una pequeña granja terminó convertido en un pueblo grande formado por varias granjas asociadas, que lograron una muy buena ganancia, sin hacer daño a otros seres vivos ni al planeta. Y así, mis amigos culmina la historia de la granja feliz, una granja vegetariana. Autora: Andrea Sorchantes. |
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EL BOSQUE ENCANTADO
En un país muy lejano, vivía una niña, llamada Iridessa cuyos padres eran personas muy buenas, el lugar estaba lleno de flores, aromas ricos, mariposas siempre volando, era un lugar lleno de colores mágicos y la alegría estaba en la cara de todos los que allí vivían. El lugar, llamado Villa Maravillosis, era un bosque encantado lleno de hadas y buenos duendes. Iridessa era una niña hada, que tenía siempre una sonrisa en su cara; todos eran amigos de ella, por su bondad había sido declarada el hada bondadosa de Villa Maravillosis., todos la querían. Un buen día, algo terrible pasó. Iridessa había desaparecido. Duendes y hadas buscaron por todos lados del bosque, y sus caras que siempre estaban llenas de alegría, se habían transformado en caras de tristeza y preocupación. ¡Cuánto lloraban sus padres y sus amigos! Hasta las mariposas dejaron de volar. Las flores perdieron su color y Villa Maravillosis se transformó de repente en un lugar lleno de pena. Un duende llamado Sam, que era el duende más inteligente de todos los duendes, tuvo una gran idea. Se le ocurrió, que toda esta desgracia, ocurría por la envidia de los ogros, principalmente por el gran ogro llamado Otus, que no quería a las hadas porque ocupaban su lugar favorito en el bosque. Otus, siempre pensó, que la mejor manera de echarlos era transformar sus vidas alegres en tristes, y la mejor manera era haciendo desaparecer al hada preferida de laVilla, de esta manera todos abandonarían el lugar y los ogros se apoderarían de él. En Villa Maravillosis estuvieron de acuerdo con Sam y decidieron tenderles una trampa a los ogros para rescatar a Iridessa. Todos sabían que los ogros siempre se tentaban con los hongos mágicos de las hadas, entonces para lograr atraparlos, principalmente a Otus, pusieron una gran canasta llena de hongos mágicos, pero con un condimento especial preparado por Gertrudis, que era el duende encargado de espantar ogros. El condimento era una pimienta muy potente que una vez fue traída por una bruja llamada Maruja que no era una mala bruja. Cuando Otus se acercó a la canasta de hongos y se puso a comerlos desesperadamente, comenzó el gran estruendo, estornudos y estornudos sin parar y lo único que pedía era que lo liberaran del hechizo, entonces Gertrudis le dijo que lo liberaría si ellos primero entregaban a Iridessa y prometían no molestarlos más.
Otus que seguía estornudando, prometió no molestarlos y a cambio de que lo liberen de los estornudos molestos, devolvió a Iridessa. Ese día todo el bosque festejó la llegada de su hada bondadosa. Fin El bosque encantado. Mailén Martín, escritora argentina. Cuento infantil sobre bosques, ogros y brujas |
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EL CRÁTER DE LAS MARIPOSAS
Me dice la luna que no toque con las manos las alas de las mariposas, no importa que las tenga muy bien lavadas porque, solo el contacto de las yemas de los dedos con esas membranas de múltiples colores, las estropearía. “Imposible volar sin ese polvillo mágico que cubre sus alas”, escuché una vez. Cuando esta frase revoloteó un buen día por mi corazón pensé que un duende malvado se estaba burlando de mí. Ahora sé que no era una broma. Las alas de las mariposas son el principal motivo para que exista el personaje que ahora te voy a presentar: El hada de las mariposas. Vive y crea ese polvillo de hadas en el cráter de las mariposas. Se sienta cada día en una plataforma redonda y giratoria, eleva los brazos y, chasqueando los dedos mientras cierra los ojos, va formando a su alrededor ese polvo de hadas que se utiliza para tantas cosas. Ni que decir tengo que ese polvo de hadas se presenta en nuestras vidas para barnizar los momentos; de color hermoso, de magia, de maravillas y, aunque la mañana esté triste, de buenos días y alegrías. Entro muy despacio en el cráter para no asustarlas, a las mariposas, y me doy cuenta en cuanto entro de que están todas dormidas. Me quedo mirando y calculo que habrá una de cada especie porque todas son distintas, unas 80.000 mariposas más o menos. En una sala blanca que veo en el fondo está sentada ella, el hada, parece que también está dormida, no sé qué hacer. De pronto escucho una campanada y en ese momento, todas, absolutamente todas las mariposas abren los ojos y comienzan a volar. El hada también se despierta y comienza un hermoso ritual. Mientras juega con sus dedos todo se llena otra vez de polvo de hadas y las 80.000 mariposas salen del cráter para colorear el mundo. El cráter queda vacío, solo quedamos el hada y yo, bueno y el polvo de hadas, pero éste no se puede ver aunque se siente, lo percibes como un pequeño mareo y escuchas una lejana música de campanillas. De repente se abre un pequeño agujero en el suelo y entran más o menos otras 80.000 mariposas, son mariposas nuevas sin color en las alas, transparentes como el agua. No vuelan, entran caminando y en estricta fila india hasta que en un momento el blanco suelo del cráter simula una alfombra incolora llena de cuerpos y patas. El hada, sin levantarse, vuelve a cerrar los ojos. Las mariposas también. Todos sentimos ahora como el mágico polvo de hadas se va depositando en las alas de las mariposas para llenarlas de dibujos de múltiples colores, incluso de formas y espesuras tan dispares que no encontrarías cosa igual ni en los mismísimos mares. Ahora, como ya os conté, todas duermen durante un rato, hasta que las nuevas 80.000 futuras mariposas estén a punto de entrar en el cráter. Me voy asombrada del cráter, en silencio, el silencio es necesario para este proceso, quizás por eso ni he intentado hablar con el hada. Busco un bosque porque quiero verlas de nuevo, el guardián de los bosques aparece y pronto me lleva hasta el más cercano. Juego con ellas, no os imagináis lo que es jugar con 80.000 mariposas a tu alrededor, es increíble, eso sí, ni se me ocurre tocarles las alas. Estiro los brazos y dejo que sean ellas quienes se posen sobre mí y me toquen. He sentido de nuevo un pequeño mareo y escucho una lejana música de campanillas. Kike el duende, escritor español. |
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EL CRÁTER DE LOS CUENTOS
Le dije esta mañana a mi queridísima Luna que no me gustan los cuentos. -Espera un momento – me interrumpió ella. – No sigas, ve hacia allí y, guiándote por los vientos, llegarás al cráter de los cuentos. Pero antes, dime, ¿Por qué no te gustan los cuentos? -Porque en ellos solo ocurren desgracias. Caperucita se encuentra con el lobo y éste se come a la abuela. Los tres cerditos, están muertitos de miedo y otro lobo que sopla y sopla para poder comérselos después de la sopa. Blancanieves, perseguida y escondida, aquí no tenemos hada que la salve y termina envenenada. De los hijos de los dálmatas no sabemos nada y la pobre de Cenicienta es cruelmente maltratada. A Bambi le matan a la madre y en la historia del Rey León, al padre. -¿Quieres que siga, Luna, lunita? -Tienes razón Anaïs, lo cierto es que solo yo tengo las escenas de los cuentos que no conocéis. Entra en este cráter despacio y cuenta tres, y verás lo que ocurre si juntas también los pies. Entré despacio como me dijo Luna y allí estaba nuestra amiga Tranquila, la tortuga. De pie sobre su dos patas traseras le daba vueltas a una manivela que hacía mover una cinta transportadora. Con la pata que le queda libre va sacando de una caja sin fondo de color plata a todos los personajes e ingredientes necesarios para crear los cuentos: Un gato, una alfombra voladora, muchas hadas, brujas o un mar con sirenas llenas de burbujas. Una malvada codiciosa y un pez payaso que pudiera ser Nemo, un monstruo de un solo ojo que cuenta chistes y una pantera sobre patines que no se le ocurre otra cosa que ser de color rosa.
Tranquila echa polvitos de envidias, héroes, pesadillas, triunfadores y príncipes. Hechizos, enamoramientos y venganzas, animales que se escapan y serpientes que echan la lengua antes de llenar la panza. Le dije a Tranquila que no meta en los cuentos tantas tristezas, ni madres malas ni bichos sin cabezas. -Puedes decirme, Tranquila, ¿A qué se dedica ahora Pinocho o si al final Peter Pan creció, si Mulán estudió bellas artes o si Garfield sigue haciendo el gamberro por todas partes? De la cinta transportadora he visto que todo pasa a una cabina que gira, que Luna también se mete y que un ratito allí se queda, sale pronto y en un momento, entre las manos ya tiene un nuevo cuento. -Toma Anaïs, aquí tienes, te cuento lo que no sabes, lo que le pasa a la sirenita o cuantos nietos tiene el Príncipe Quieto. Puedes ya leerlo pero sal del cráter primero. Con el cuento bajo el brazo salí y me fui, no pude aguantar mi curiosidad y antes de llegar a casa lo abrí. Se titula “Las partes escondidas de los cuentos“.
Como suponéis, no puedo contaros todo pero, deciros que me he enterado que nuestro querido Pinocho tiene una madre muy buena que entre plin y plan se desmelena y resulta que acabó convertida en ballena. Que el rey león nunca murió pero fue la ley de la selva quién lo escondió. Que el lobo de Caperucita es el mismo que el de los tres cerditos y que no es ni más ni menos que un bonito duende que se llama Lobo, que se disfraza entre los vientos para asustar un poco a los personajes de los cuentos. También me he dado cuenta que todos los finales de los cuentos son finales felices porque, un cuento no es más que una historia inventada escrita para nosotros, los niños, y que no tiene otra finalidad que llevarnos a otros mundos, a veces a ritmo de canción, con la única misión de alimentar nuestra imaginación.
Fin Kike el Duende, escritor español
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LA MARGARITA NIÑA
Margarita era una niña muy alegre y divertida, tenía el cabello rubio, muy largo, ojos azules, piel muy blanca con pequitas sobre la nariz, le gustaba ir a la escuela y tenía muchas amigas. Pero había algo en su vida que no le gustaba para nada, su nombre, siempre se preguntaba por qué no se llamaba Mariana, Silvana, Agustina o Cecilia, o algún otro nombre más sofisticado que Margarita. Su mamá le decía que Margarita simbolizaba la simpleza, la dulzura y el aroma de la flor más sencilla pero la más linda y duradera de todas las flores del universo.
Esto no conformaba a la niña y cada día estaba más disconforme y hasta le estaba cambiando el carácter, se había vuelto descortés y siempre se la veía de mal humor. Quería que la llamaran Cecilia, pero nadie se acostumbraba y seguían diciéndole margarita. Un día, se despertó, abrió los ojos despacito porque tenía una sensación extraña, miró a su alrededor y en la habitación todo estaba en su lugar, solamente vio a los pies de la cama un poco de tierra, pero pensó que era de los zapatos. Quiso enderezarse y con horror se dio cuenta de que no tenía los brazos, margarita, aterrada llama a los gritos a su mamá, quiso levantarse de la cama y no pudo. No tenía cuerpo, en vez de piernas tenía una especie de tallo verde que terminaba en una raíz con restos de tierra. -¡Mamá, mamaaá! ¡Estoy soñando, es una pesadilla! Me reconvertido en una planta. -¡Quiero el espejo!,-gritaba Margarita La mamá, asustadísima y temblando le alcanzó un espejo y la niña se miró y no podía creer lo que veía, era una flor, más exactamente una margarita con finos pétalos blancos y el centro amarillo huevo, y allí sus ojos azules se inundaron de lágrimas, su nariz, su boca seguían igual en ese centro amarillo.
Pronto la noticia corrió por el vecindario, y los amigos, todos en la ciudad se enteraron de la margarita-niña, como empezaron a llamarla en las primeras planas de los diarios y en los noticieros de la televisión. Todo el mundo quería saber los detalles de semejante transformación. Algunos no creían que fuese cierto, pero los que conocían a la niña comprobaron que era verdad. En la casa sonaba el teléfono y tocaban el timbre en forma insistente, la T.V, los diarios y todos los medios informativos querían una entrevista con el fenómeno en que se había convertido la niña, pero su familia se negó en forma terminante. Mientras fuera de la casa había tanto revuelo, dentro de la misma, trataban de solucionar el problema, consultaros médicos, brujos, tarotístas, curas y todo tipo de científicos y gente dedicada a las ciencias ocultas, todo servía para tener un referente que les dijera cual era el motivo de esa aberración. Los médicos le extraían savia con una jeringa, le hacían radiografías y nada ¡Era una planta! No tenía corazón ni órganos humanos, lo único humano que conservaba era la cara y aparentemente el cerebro pensante, una mente inteligente atrapada en una bella margarita. La vida de la margarita-niña o la niña-margarita se tornó muy difícil, ya que tenía gustos humanos pero necesidades vegetales, como por ejemplo margarita quería comer papas fritas y gaseosas y la planta solo quería agua fresca y tierra, no podía estar acostada ni estar fuera de la tierra porque se empezaba a marchitar. Para mayor facilidad la mamá la convenció de plantarla en el jardín hasta que encontraran una cura para ella. La plantaron al lado de las rosa y las caléndulas, le ponía el televisor en la ventana de su cuarto para que viera sus programas favoritos. Las amigas la visitaban frecuentemente, las plantas cercanas la ayudaban, le daban sombra a la tarde y de noche se inclinaban para taparla, agitaban sus hojas para ahuyentar a los sapos porque Margarita les tenía miedo. Fue pasando el tiempo y la margarita-niña creyó que nunca más sería una niña normal, pero se daba cuenta de que a las margaritas todos las querían, pasaban los niños y las olían, las viejitas se quedaban mirándola y las mamás decían lo hermosas que estaban las margaritas, todos las querían para su jardín, porque duraban mucho, crecían muchísimas, y los canteros se engalanaban con sus flores. Los enamorados las deshojaban repitiendo: -¡Me quiere, no me quiere, me quiere… así hasta terminar muy contentos si el último pétalo coincidía con un: -¡Te quiero! La niña en sus largos días de quietud en el jardín, rogaba una y otra vez que si todo volvía a la normalidad, jamás de los jamases volvería a protestar por nada. Una mañana de primavera, la mamá salió al jardín para regar a su niña-margarita y a darle un beso como hacía todos los días y se encontró con que habían arrancado la flor. Dando alaridos de angustia corrió a la casa para informar al papá y los hermanos, recorrieron todo el jardín, pero no la encontraron, la planta no estaba. Todos lloraban amargamente culpándose de no haber vigilado por las noches, pensaron que quizá fueron los muchachitos que salen a vagar, de esos que escriben paredes y hacen maldades, o un enamorado que la cortó para su novia, porque no la encontraron rota o sus pétalos tirados. - ¡La cortaron! La familia no tenía consuelo. De pronto, de una de las ventanas de la casa, una voz conocida les dijo: -Mamá, soy yo, Margarita, no se cómo, pero me desperté en mi cama, otra vez soy yo. Era cierto, todos miraron asombrados a margarita, con su cuerpo, su pelo larguísimo y rubio, sus brazos y piernas y sus ojos llenos de lágrimas. ¿Qué fue lo que pasó? Nunca se supo, fue todo tan raro que nadie se atrevió a investigar nada, no se habló más del asunto. Eso sí, Margarita jamás de los jamases se sintió disconforme con nada, se sintió feliz de ser una niña normal otra vez y aceptó su nombre Margarita y plantó tantas margaritas en el jardín que desde los edificios altos se veía como una alfombra amarilla y blanca.
Susana Cavallero, escritora. Fin |
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LOS TRES CERDITOS
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